Una señora joven, junto con su marido, también joven, acompañan a un niño pequeño de 2 años, a urgencias. A esta familia, la voz de la experiencia está representada por la abuela, que también se ha unido al grupo.
– Buenos días, doctor.
-Buenos días.
Inmediatamente, porque urgencias es lo que tiene, entramos en materia.
-¿Qué le pasa al niño?
La madre, muy preocupada, se acomoda en el sillón para contarme su angustia.
-El niño tiene 34,5ºC de temperatura.
Mientras, el chaval jugaba por la habitación como si el mal de azogue lo hubiera atrapado.
-¿Cuánto? -pregunto mosqueado.
-34,5ºC, doctor, medido de manera repetida. Estamos muy preocupados -dice la madre con cara de sufrimiento.
-¡Eso no puede ser! -respondo convencido.
Mire usted -dice la abuela que sale en ayuda de la madre-. Lo hemos medido muchas veces y siempre da el mismo resultado.
-Pero, ¿estará mal el termómetro? -digo suspicaz.
-No, porque nos lo ponemos nosotros y la temperatura es la correcta -remata la señora.
Todos los ojos están posados en mí, esperando una respuesta a tan extraño fenómeno.
– Pongan el niño en la camilla, que voy a tomar la temperatura rectal.
-¿En el recto? -me preguntan.
-Debemos medir la temperatura en el interior del cuerpo, que es la real, porque ¿dónde la miden ustedes?
-En la axila.
-Pero, ¿no estará sudando el niño cuando la miden?
El padre, que hasta ahora había permanecido callado, se acerca a la mesa y me dice con gesto exagerado:
– ¿Que si suda?, ¡no puede usted imaginarse cómo suda el niño!
-Entonces -digo afianzándome en mi posición y asiento- esa es la causa de la bajada de la temperatura, porque ahora -añado mirando al niño que, como si de un cohete se tratara, corre por la consulta sin dejar de probar el sabor de cada cosa que cae en su mano- parece estar bien.
-Sí -dice la madre-, es que esa bajada de temperatura sólo la tiene durante la noche. Durante el día, está bien y su temperatura es normal.
Me termino de levantar del asiento, agarro al niño, antes de que se me escape y le tomo la temperatura: 36,5ºC axilar. Le bajo el pañal: 37,4º rectal. Echo un vistazo somero y el chico reluce rosado por las carreras y lleno de energía.
Lo pongo de nuevo en el suelo y me dirijo a todos los presentes.
-Y si suda tanto, ¿no lo abrigaran mucho, no?
El padre, se activa de nuevo.
-Mire usted. La madre, durante la noche, le pone: la ropa interior, un pijama de franela, lo mete en un saco de dormir y encima le echa un edredón de plumas.
Me siento, para no caer, y exclamo:
-¡Madre de Dios!
Y añade la madre:
-Y claro, le tomo la temperatura, y como está en 34,5ºC, le pongo otra manta encima…
Real como la vida misma…